¿REALMENTE QUEREMOS UNA SOCIEDAD INCLUSIVA?

#capacitación #igualdad #sociedadinclusiva
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El presidente del Grupo de Entidades Sociales CECAP, Andrés Martínez Medina, escribe en el siguiente reportaje para ABC Toledo, su visión sobre sociedad inclusiva y cómo llegar a ella sin fisuras.

 

 

"Voy a aprovechar, este espacio que me brindan, para sincerarme contigo. Últimamente una preocupación ronda mi cabeza, estamos cotidianizando el término «inclusión». Ya ocurrió antes con otros muchos, un ejemplo que me puede servir para explicarte donde quiero llegar, es el concepto «depresión». Lo utilizamos en nuestro día a día, sin advertir la profundidad de su significado. Es decir, en ocasiones, utilizamos una terminología que no se ajusta a aquello que queremos expresar. En este caso, términos como «depresión», fueron víctimas de esta «cotidianización», sufriendo una distorsión de su valor esencial. En la actualidad, el término «inclusión», se encuentra en riesgo de seguir este mismo camino. Quizás esto se produce por un desconocimiento general sobre el significado final de este concepto, lo que conlleva a favorecer los malos entendidos y las controversias, como la última suscitada a raíz de la propuesta del gobierno en el marco de la educación inclusiva. Luego expresaré mi opinión al respecto, pero antes quiero seguir con esta reflexión.

 

Cuando hablamos de inclusión, nos proyectamos bajo la creencia firme, de que nuestra sociedad está caracterizada por una diversidad, entendida a su vez como el conjunto de personas diferenciadas, con características individuales diferentes, que conforman una comunidad. Todos y cada uno de nosotros, se enfrenta cada día, a las exigencias que nos procura el medio en el que vivimos. Hemos creado un sistema de convivencia, altamente competitivo, que nos obliga a estar a la altura en cada una de las situaciones que afrontamos. Sin embargo, sabemos que muchos de nosotros, personas que como tú y yo se enfrentan cada día a estas exigencias, no llegan a tener éxito en este afrontamiento, quedando fuera de este sistema de convivencia, por distintas razones. Lamentablemente, como consecuencia del Covid-19, estas razones son muy numerosas y nos pueden afectar a todos y todas (dificultades económicas, ausencia de red familiar, discapacidad, violencia de género, edad, etc.). Es entonces, cuando identificamos entre nosotros, a personas en riesgo de vulnerabilidad social, término que utilizamos para identificar a aquellos que, por cualquier de las muchas razones que hoy en día nos atenazan, pueden encontrar dificultades a la hora de participar del marco de derechos, o como he comentado anteriormente, las reglas de convivencia fijadas en nuestro sistema comunitario.

 

Voy a aprovechar, este espacio que me brindan, para sincerarme contigo. Últimamente una preocupación ronda mi cabeza, estamos cotidianizando el término «inclusión». Ya ocurrió antes con otros muchos, un ejemplo que me puede servir para explicarte donde quiero llegar, es el concepto «depresión». Lo utilizamos en nuestro día a día, sin advertir la profundidad de su significado. Es decir, en ocasiones, utilizamos una terminología que no se ajusta a aquello que queremos expresar. En este caso, términos como «depresión», fueron víctimas de esta «cotidianización», sufriendo una distorsión de su valor esencial. En la actualidad, el término «inclusión», se encuentra en riesgo de seguir este mismo camino. Quizás esto se produce por un desconocimiento general sobre el significado final de este concepto, lo que conlleva a favorecer los malos entendidos y las controversias, como la última suscitada a raíz de la propuesta del gobierno en el marco de la educación inclusiva. Luego expresaré mi opinión al respecto, pero antes quiero seguir con esta reflexión.

 

Cuando hablamos de inclusión, nos proyectamos bajo la creencia firme, de que nuestra sociedad está caracterizada por una diversidad, entendida a su vez como el conjunto de personas diferenciadas, con características individuales diferentes, que conforman una comunidad. Todos y cada uno de nosotros, se enfrenta cada día, a las exigencias que nos procura el medio en el que vivimos. Hemos creado un sistema de convivencia, altamente competitivo, que nos obliga a estar a la altura en cada una de las situaciones que afrontamos. Sin embargo, sabemos que muchos de nosotros, personas que como tú y yo se enfrentan cada día a estas exigencias, no llegan a tener éxito en este afrontamiento, quedando fuera de este sistema de convivencia, por distintas razones. Lamentablemente, como consecuencia del Covid-19, estas razones son muy numerosas y nos pueden afectar a todos y todas (dificultades económicas, ausencia de red familiar, discapacidad, violencia de género, edad, etc.). Es entonces, cuando identificamos entre nosotros, a personas en riesgo de vulnerabilidad social, término que utilizamos para identificar a aquellos que, por cualquier de las muchas razones que hoy en día nos atenazan, pueden encontrar dificultades a la hora de participar del marco de derechos, o como he comentado anteriormente, las reglas de convivencia fijadas en nuestro sistema comunitario.

 

Dicho esto, cuando hablamos de construir una sociedad inclusiva, estamos aceptando todas y cada una de las consideraciones que te expongo. Teniendo claro, que la comunidad la conformamos todos y cada uno de sus miembros, aceptando estas características individuales, sean cuales sean. Ahora bien, tenemos que saber llegar a este objetivo, siendo conscientes de que se trata de un reto complejo y ambicioso. Es curioso comprobar, como las sociedades más avanzadas, son aquellas que han logrado armar todo un sistema de convivencia, partiendo de esta idea. Cuando hago alusión, al cómo conseguirlo, me estoy refiriendo concretamente al conjunto de acciones, procedimientos y/o procesos, que debemos ejecutar para preservar la participación de todos los miembros de una comunidad, en su marco de derechos fundamentales. Efectivamente, mi discurso parte de un contenido meramente operativo, más allá del discurso empático que solemos utilizar.

 

Me explico, si preguntas a cualquier persona sobre si desea construir una sociedad inclusiva, seguramente su discurso parta de un sentido empático, por lo que suele ser habitual, que pocas personas, por no decir nadie, se posicione desde una negativa ante esta posibilidad. Sin embargo, las controversias pueden surgir cuando abordamos este reto, desde el mensaje operativo, centrando nuestra reflexión en el cómo conseguirlo. En mi opinión, esta dualidad entre lo empático y lo operativo, suele ser el origen de controversias como las que hemos vivido últimamente, en relación, por ejemplo, a la propuesta del gobierno a la hora de abordar los retos de la educación inclusiva. Sinceramente, esta controversia me ha obligado a hacerme la pregunta del inicio, ¿realmente queremos una sociedad inclusiva?

 

En estos días, he podido ver, como familias que han luchado toda su vida por conseguir llegar a esa ansiada «inclusión», han defendido a ultranza la necesidad de contar con los centros de educación especial, al igual que profesionales del sector, que, como yo, hemos soñado con llegar a un marco de inclusión real. No seré yo, quien discuta la importancia o utilidad de estos centros educativos, tan solo me limito a recalcar algo que me ha sorprendido, e intentar, buscar una justificación a estas reacciones.

Creo finalmente, que el origen de estas discrepancias está, en seguir abordando la «inclusión», sin atender a la profundidad del término que hablábamos al inicio de esta reflexión, sin tener claro cuál es la forma, de cómo conseguir generar ese espacio inclusivo, por ejemplo, en un ámbito como el de la educación. Puedo entender la reacción de los protagonistas, incluso contradiciéndose al argumentar algo, que está en contra de su eterna defensa por la inclusión, cuando nace en ellos una sensación de total incertidumbre al no conseguir que nadie les explique el cómo conseguirlo. Dejémonos de mensajes empáticos, más que superados, para centrarnos en el mensaje operativo, ya que tenemos herramientas más que suficientes para conseguir nuestros objetivos. Una sociedad madura, un tercer sector fortalecido y entidades e instituciones académicas proactivas, pueden ser la base para poder entrar en este otro mensaje, que contribuya a reducir esta incertidumbre y a aportar seguridad a los distintos protagonistas de esta realidad social. Seguramente entonces, todo tengamos una posición más clara frente a la codiciada «inclusión».

Te agradezco que me hayas regalado tu tiempo. No olvides que tú eres fundamental para conseguir construir la sociedad inclusiva, que muchos deseamos. Cada una de tus acciones, puede contribuir al éxito, o por el contrario alejarnos de él. Cuento contigo".

Puedes leer este artículo en ABC TOLEDO

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